Con la tristeza propia de la partida y la
GRANDE ESPERANZA QUE NOS APORTA NUESTRA FE, nos reunimos ante el altar del
Señor para despedir a nuestra querida hermana, amiga y compañera, Amalia
Garabatos Vázquez.
El corazón de muchos niños, de muchos
jóvenes y muchos adultos siente hoy el adiós de quien fue su profesora, su
directora, su compañera, su hermana, su tía, su amiga… o tal vez la persona
afable que cada mañana los recibía con una acogedora sonrisa.
Hoy damos gracias a Dios por su vida, ya
gozando del amor del Padre que ya la habrá abrazado en su Misericordia
infinita.
Recordamos con gratitud cada detalle que nos mostraba su calidad humana y su profunda visión de los acontecimientos.
Sentimos su cercanía escuchando nuestras
necesidades, valorando nuestros esfuerzos, optimizando nuestras propuestas.
Porque a Amalia la conocemos como HERMANA entre
las Hermanas, acogedora ante las necesidades y sugerencias de los demás, y en
la cercanía y apoyo para cuantos la rodearon. Humilde, sencilla y portadora
de paz.
Mujer de fe, enamorada de Jesús Maestro,
que supo animar a otros a mirar siempre hacia ese mismo Norte: el
Señor. Testigo del amor del Padre, que
como a ella le gustaba recordar: “oculta estas cosas a sabios y entendidos y se
los revela a los sencillos”.
Desde la vivencia de la
fraternidad, desde su acogida en los centros, su cercanía a niños,
familias y profesores, su sonrisa facilitadora de encuentros, su
hospitalidad exquisita… Amalia seguirá presente en el corazón y el
recuerdo de todos los que la hemos conocido y querido.
Su amor a los pobres, su buen hacer con
los profesores, su innovación en los métodos de enseñanza, su dedicación sin
tiempo al tarea apostólica, su comprensión, su mente abierta, su palabra
oportuna, sus miras elevadas y su realismo, nos dibujan su perfil grabado
en nuestra memoria.
Amalia también ha experimentado la
debilidad en su cuerpo frágil y más en esta etapa final, donde con un corazón
agradecido nos hacía partícipes de su experiencia de la FIDELIDAD DE DIOS.
Podemos recordar aquí las palabras de San
Pablo a su amigo Timoteo: "He soportado los padecimientos, he cumplido la tarea
de evangelizar, he desempeñado el ministerio de servir a los pobres desde
el carisma de enseñar, he conservado la fe, he combatido el combate
de la vida, he corrido la carrera con entusiasmo y magnanimidad".
Y AHORA
reposa en los brazos del PADRE QUE TANTO LA AMA Y AL QUE TANTO HA AMADO.
Que la luz de
Dios brille para ella por toda la eternidad y descanse en paz.